No puedo dejar de asociar natilla con Mantilla. Sé que es sólo un juego de palabras, pero mi mente se ve seducida por esa barriada de La Habana cada vez que hago natilla. En alguna ocasión he llegado a mencionar “mantilla de limón” o de vainilla – mi dislexia me traiciona. Suerte que eso de la dislexia va de confundir palabras y no especias. En la infancia, la abuela Maruja nos hacía de varios sabores; la más común vainilla. Creo que fue, y sigue siendo, ese postre de bajo coste elemental en una cocina de hogar. Las recetas que he visto en Internet, y de forma general, publicadas por autores cubanos casi todas nos dan medidas en cucharadas y vasos. Yo subo la mia propia y confieso que he reducido un poco los niveles de azúcar, pues eso de azúcar pa’ crecer, como que no. Sin marear más la perdíz, ahí los dejo con mi mantilla… Perdón: con mi natilla.
1 L de leche
6 yemas de huevo
40 g de maizena
150 g de azúcar blanca
200 g de cobertura de chocolate al 70%
Poner la leche a fuego lento.
Batir las yemas con el azúcar hasta lograr una mezcla de color blanco. Adicionar la maizena y remover un poco más.
Fundir la cobertura de chocolate a baño maria. Cuando esté lista, agregar la leche y cuando ésta rompa a hervir, seguir con el resto de ingredientes. Bajar el fuego y remover con una cuchara de madera hasta lograr una textura bastante firme. Retirar, y cuando haya bajado la temperatura, llevar la natilla, previamente emplatada, a la nevera.
Recomendaciones
Esperar que enfríe del todo antes de consumir ya que el sabor del chocolate se realza con el frío.
La ralladura de chocolate que he usado en la decoración también intensifica el sabor. Es importante sólo colocarla cuando la natilla esté fría para mantener la textura.
De igual forma, una fruta fresca viene muy bien. Yo he usado fresas, pero también las frambuesas, la naranja o el kiwi van bien.
La leche puede ser perfumada con vainilla, canela, cardamomo o simplemente naranja. La versión que presento es únicamente de chocolate.