Nunca comí un dulce de coco tan rico como el que se comía en casa de mi amigo Eduardo Portela. Su madre era una especialista y, de hecho, él también. Claro está que el subirse a la mata de coco de su casa y hacer el dulce desde la base a la antigua usanza era toda una aventura. Alguno de esos secretos los desvelo hoy. Creo que a todos los cubanos, cuando nos hablan de dulce de coco la boca se nos hace un poco agua. Para mi hay un lugar en Cuba que es puro coco, Baracoa y sus cucuruchos.
2 cocos
200 g de azúcar blanca
1 rama de canela
1 lata de leche condesada
Abrir los cocos, sacar el agua y reservarla, quitar la parte negra de la masa blanca. Rallar la masa, cocer con agua cubriendo la ralladura – en olla de presión serían unos 30 minutos luego que rompa el hervor y sin ésta última 1 hora. Adicionar el azúcar, el agua de coco, la canela y la leche condensada, seguir cociendo hasta conseguir un punto de almíbar de hebra.
Lo importante de este postre es que se debe rallar y no moler, la textura cambia por completo. Luego la leche condensada al final le da un punto fantástico y el agua de coco realza el sabor.
La masa que aparece de base, es la misma que utilicé en las empanadas de guayaba (mirar receta).
El adorno es cobertura de chocolate y polvo de limón criollo deshidratado.
Yo comí los cucuruchos de Baracoa y aunque no era mante al dulce de coco prieto y amelcochado me gustaba la onda del guano como cucurucho. Yo prefiero el dulce de coco blanquito y pobre que hacían en mi habana.
Acuerdo Raúl, no es lo mismo, creo que lleva miel de abejas y la envoltura es fantástica, todo un clásico de Baracoa. Por igual me quedo con el dulce de coco tradicional.